Sin duda alguna, en la actualidad no es un secreto que el mundo está siendo bombardeado por toda clase de publicidad para arrastrarlo hacía una clase de relación de tipo económica entre un demandante y un oferente; donde el dinero es el centro de todo y poseer mas y mas se vuelve una necesidad. El capitalismo; un capitalismo salvaje que nos envuelve cada día mas, y del cual es casi imposible salirse, puesto que habría que cambiar modelos sociales, políticos y económicos de los cuales ya se está acostumbrado, pero mas difícil aún, cambiar de paradigmas. Si una persona sale a la calle, es imposible que no se vaya a encontrar con un volante, o una pancarta colgada en un edificio recomendándole productos que inteligentemente ofrecen los dueños de las propiedades y el capital; tan inteligente es la propaganda que tratan de involucrar el producto con la identidad del futuro consumidor, le muestran que si adquiere dicho bien será mas aceptado, mas atractivo, mas exitoso, etcétera; y le crean una necesidad que francamente no lo es; incluso aún, estando en la casa no existe el día en el que no llegue un volante por debajo de la puerta o más frustrante aún, que lleguen vendedores a convencernos de adquirir algo. Se creería que esta forma de operar movilizada en la mayor parte del mundo es algo reciente, pero tiene sus inicios desde la antigüedad y no llega así como así, llega gracias a la intolerancia de los seres humanos, al egoísmo y al etnocentrismo que empieza a manifestarse como si tuviera cuerpo físico propio y que desatará una bola de nieve que hasta ahora no ha parado de rodar y agrandarse, y que consigo trae muchas mas consecuencias de las que se pudo haber pensado. El capitalismo como se mostrará a continuación, proviene principalmente de la superposición que el hombre desde sus inicios le da a sus propiedades, sobre la misma identidad de este, su cultura y lastimosamente hasta a la vida de los demás.
Desde la antigüedad se ha podido ver el menosprecio a lo que es diferente, el rechazo y la intolerancia hacia culturas y formas de concebir el mundo bastante diferentes, la sensación de superioridad que habitaba en los primeros imperios de la antigua Europa, (porque es allí donde nace el capitalismo, justo en Inglaterra en el siglo XVII) aquella sensación que se fue convirtiendo en la necesidad de dominar al “débil” y diferente, por lo tanto no digno de respeto y de igualdad; tal como expresaban algunos filósofos célebres en sus obras; Aristóteles en su Política decía: “Justo es que los griegos manden a los bárbaros, según dicen los poetas”, tales poetas como Eurípides de Ifigenia que pensaba igual cuando afirmó: “Los helenos deben mandar a los bárbaros”. Mas adelante, en el Renacimiento llega Montaigne que sigue perpetuando dicha idea cuando dice: “Cuando Pirro pasó a Italia y reconoció el orden del ejercito que le oponían los romanos, dijo: No sé que barbaros son estos, pero la disposición de ese ejercito que veo, nada bárbara es”. Cualquiera se podría confundir con la connotación que consigo trae la denominación de “Bárbaro”, puesto que si se busca en un diccionario como el de la Real Academia, se concluiría que es aquel individuo de cualquiera de los pueblos que desde el siglo V invadieron el Imperio romano y se fueron extendiendo por la mayor parte de Europa, o también podría decirse que “Bárbaro” es alguien fiero y cruel, pero en este caso no es así; los griegos, de un forma ciega y arbitraria llamaban a todos los extranjeros de dicha manera porque eran diferentes y porque lo que es diferente siempre asusta y suele traer sensación de amenaza por miedo al cambio de lo ya conocido. Entonces es así que se empieza un pensamiento colectivo, que viaja con la tradición oral y se va instalando automáticamente en los nuevos integrantes de una sociedad, y este pensamiento trae a su vez odio y hostilidad que encierra en una burbuja de prejuicio al extranjero que lleva interiorizados unos códigos diferentes a los demás; la palabra “Bárbaro” ya es una etiqueta que no indica nada bueno, por lo tanto la misma palabra establecida por convencionalismo los convierte en enemigos. Algunos hablan de los árabes como seres irracionales sedientos de sangre y llenos de supersticiones; el neoconservador David Horowitz alguna vez cometió la barbaridad de decir que los palestinos preferirían matar y matarse a vivir en paz; también los neonazis que afirmaban que los judíos eran un pueblo deicida y caníbal que se comían los hijos de los otros, todo esto solo son actos de deshumanización, el primer paso que conllevó a que se pusiera por encima el valor monetario a la identidad cultural. Entonces, si se deshumaniza, si se etiqueta a una persona de bárbara, indigna y vil, nada podrá impedir que sea una cosa más, la justificación perfecta para ser explotada y para su eliminación que incluso se considera higiénica y saludable.
El capitalismo salvaje surge de este pensamiento diabólico, donde unos se hacen ricos a costa del sacrificio de otros, donde como ya se ha explicado, se deshumaniza un pueblo y se les arrebata toda dignidad para cosificarlos y quitarles el infinito valor que conllevan. Vale recordar el perfecto comercio triangular que en Europa se llevó a cabo a costa de las tribus africanas. En la charla que la historiadora colombiana Diana Uribe presenta en Caracol Radio se evidencia la explotación por parte de portugueses, españoles, ingleses y franceses a los pueblos africanos que en dicha época estaban en pleno auge de una hermosa cultura que de un momento a otro se les arrebató para luego esclavizarlos y venderlos en el continente europeo. Varios estados y reinos como el del Gran Zimbabwe, de Mutapa, el Imperio del Congo, de Ghana, de Mali y de Songhay fueron sojuzgados de forma atroz, sus habitantes eran secuestrados y llevados a un puerto de Senegal llamado “Puerto sin Retorno”, un nombre bastante espeluznante y desesperanzador; allí les quitaban los nombres, sus dioses, su religión, algunos morían por las pésimas condiciones en que eran llevados en los barcos, ya que los encerraban en la parte de abajo encadenados, y si el barco estaba muy pesado, simplemente arrojaban unos cuantos al agua ya que en el idioma del capitalismo en el que eran comercializados, solamente eran carga; luego se los llevaban a América donde los explotaban para que sacaran el oro y así fuese a parar a manos europeas, se trataba de un negocio seguro y redondo, por eso el nombre de negocio triangular puesto que Europa estaba en la cúspide y América y África eran la base de su riqueza, tal como dice Marx: “En toda fortuna subyace una explotación”.
Por consiguiente, al negro africano se le va echando todo tipo de tierra para deshumanizarlo, cosificarlo y finalmente esclavizarlo. Comienza a darse el Código de Negros que trae con sigo al prejuicio; los negros según este nuevo código convencional, decía que los negros no tenían alma y que no eran evolucionados, ya que el resultado de la evolución era el hombre blanco, además se les empezaron a sacar de los censos puesto que eran también considerados bienes muebles; pero todo sea bienvenido con tal de ganar dinero y que los países europeos tuvieran ese gran desarrollo. Luego, después de la Guerra de Sucesión, cuando se dio la Industrialización en Europa y cuando la mano de obra ya no era muy necesaria gracias a las nuevas máquinas que la reemplazaban, fue que se empezó a revisar el carácter ético de la esclavitud, antes no; cada vez el descaro y el actuar por pura, egoísta y salvaje conveniencia era mas grande; el capitalismo que vino con la esclavitud lo cambió todo; ya que nada era como antes, como el sistema económico anterior, o sea el Feudalismo, que había quedado atrás, ahora todo se trata de trabajar a cambio de un salario, y ya no por la mano de obra directa que se obtenía por concepto de costumbre, tarea u obligación (cercana a la esclavitud).
Ahora día, se sigue manteniendo en cierto modo este modelo depredador, donde hay un agente subdesarrollado y otro subdesarrollador. Empresas como Nike siguen empleando niños en India, China e Indonesia para fabricar a bajo coste y sin derechos laborales sus tan publicitados productos y aún se puede calcular que existen en el planeta cerca de 250 millones de niños trabajando. Los juguetes Lego, con los que juegan los niños ricos de Occidente son producidos en condiciones infrahumanas por niños de India, China, Tailandia e Indonesia. El capitalismo que ha traído esta voraz apetencia por el capital y el consumo se ha instalado como parte de la cultura; según Jeremy Rikfin, en su libro “La era del acceso”, cuando todos los aspectos de nuestro ser se transforman en una actividad por la que debemos pagar, la vida misma se transforma en el último producto comercial y la esfera mercantil se convierte en el árbitro final de nuestra existencia personal y colectiva. Una vez que el mercado se apropia del arte, la cultura se queda sin una voz que interprete y construya significados comunes. El capitalismo industrial está culminando su transición hacia un capitalismo cultural plenamente desarrollado, apropiándose no sólo de los significados de la vida cultural y de las formas de comunicación artísticas que los interpretan, sino también de sus experiencias de vida. El consumidor es cada vez más consumidor de cultura, y la cultura es cada vez más un producto mercantilizado. Actualmente las empresas fabrican, a través de sus marcas y de la maquinaria publicitaria, memoria y estilos de vida y no, como pudiera pensarse, bienes. Nike por ejemplo no vende tanto calzado deportivo, como la imagen de lo que supondría calzarlos. En la nueva era del marketing actual, la imagen no representa al producto, sino que el producto representa a la imagen. Los productos pierden importancia material, pero ganan importancia simbólica, así es como se mueve todo, no importa tener zapatos, lo que importa es que sean reconocidos y que nos hagan ver tal como queremos; así de complejo es el capitalismo, nada vale mas que el poseer propiedades, hacer dinero para poseerlas y como se está viendo en la actualidad, inventarnos una identidad de acuerdo a lo que poseemos, sin muchas veces importar los medios en los que se consigue.
Es evidente la serie de acontecimientos que se tuvieron que dar para llegar al sistema actual, el capitalismo depredador; ese capitalismo que muchos piensan tuvo un origen común y corriente basado únicamente en la economía pero que en realidad encierra muchos más factores como la cultura, la tolerancia, el etnocentrismo, el racismo, el prejuicio, la xenofobia, el desprecio por la vida ajena, la codicia, etcétera; los problemas de la humanidad surgen de sus malas acciones, algo así como decía el filósofo francés Jean Jacques Rousseau: “El hombre padece pocos males, si se exceptúan los que él mismo se atrae por el abuso de sus facultades”. Tales males son la forma de medir el auténtico poder por la cantidad de capital o dinero que se tiene; el hecho de que esté sujeto a ciclos económicos, entre ellos las crisis, con efectos devastadores sobre el empleo, es decir, sobre los trabajadores y los más débiles de la sociedad; la competencia feroz entre empresas y trabajadores con las consiguientes cargas de estrés, infelicidad y angustia que eso provoca; la incertidumbre en el empleo puesto que no está asegurado para nadie, así como la vivienda o la comida, todos ellos elementos esenciales para el bienestar humano; y finalmente el más devastador mal que conlleva al caos y al atropello, la deshumanización y el egoísmo de la sociedad motivado por las consecuencias negativas del mismo sistema. Valdría esperar a que se palie el hecho de ponerle precio a la cultura, la identidad, y a la vida, que se ponga por encima el aspecto meramente humano y no el meramente económico, donde predomine la igualdad y el respeto por las diferencias, claro está que suena bastante romántico y soñador, ya que una vez desatada la bestia, es un verdadero reto detenerla, más aún cuando ya ha desatado consecuencias que arrastran otras consigo mismas, ¿Será posible restaurar todo el daño cultural que se cometió a las muchas comunidades del mundo, que representaron un papel de agentes subdesarrollados bajo la voluntad ciega de agentes subdesarrolladores para así construir lo que hoy se conoce como súper potencias mundiales? ¿Será que en el futuro cambiarán ciertos paradigmas relacionados con la justicia, la igualdad, y el respeto? Conceptos encerrados dentro de una sola palabra, interculturalidad; no es seguro, todavía es mucho lo que falta para que haya una respuesta positiva a estos interrogantes que nadie parece plantearse en la actualidad.
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